17 mayo 2009

¿Seguro?

Mi madre no entiende mucho de fórmula 1, algo que tampoco es que sea nada malo, puesto que casi nadie entiende, de verdad, de fórmula 1. Un hecho lo demuestra: le encantan ver en acción a los Safety Car, esos cochecillos que salen cada vez que hay un tortazo lo suficientemente gordo para que, entre otras cosas, los operarios recogan los restos o para neutralizar una carrera por condiciones climáticas.

Y tiene su gracia, en cierta medida. Es, cuando menos, curioso ver a dos tipos dentro de un Mercedes que muchos soñaríamos con pilotar alguna vez, delante de los mejores pilotos del mundo en la competición más importante del automovilismo. Es curioso, además, ver el sufrimiento del que conduce el Safety Car, puesto que está llevando el coche al límite, mientras los que esperan que se marche de una vez van poco menos que al ralentí.

Pero lo más curioso es ver que el propio Safety Car no está libre de accidente. Uno ya lo comenté en un post anterior. Taki Inoue, al tratar de ayudar a apagar el fuego en su monoplaza, fue patéticamente atropellado. Hace nada la cuarta carrera del Mundial de Turismos también vio como un BMW no tenía mejor opción, a la hora de terminar su carrera, que la de embestir al coche de seguridad. Desconozco si la vinculación germana tendría algo que ver con la actitud de Nick Heidfeld en su etapa en Sauber, pero no cabe duda que al conductor del coche médico (que sólo sale en caso de accidente en el que el piloto pueda estar herido) se le apareció la Virgen. Incluso los propios monoplazas corren riesgo a su vera. Sobre todo si hay japonenes de por medio, como sucedió en la A1GP.



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