05 mayo 2009

John Arne

Es difícil justificar la admiración por algo, por alguien, cuando lo admirado se sale de los cánones establecidos. Admiro a Riise, de nombre John Arne. Conjuga todos los tópicos que se pueden decir en menos de cinco minutos sobre los nórdicos. Pelirrojo, pecoso, fuerte, impulsivo a veces. Con una sonrisa que no deja de recordar: "Sé quien soy. Tenme miedo". En una relación con una modelo noruega, Maria Elvegard, tras haber estado casado con otra, Guri Havnevik.

Jugador de nula técnica, después de tres años a la sombra del Luis II se labró un nombre al amparo de The Kop. Siete años dominando la orilla siniestra red. Eso no es sencillo. Pero lo logró. Tanto de extremo como de lateral. Hoy vive en Roma. No creo que tenga motivo de queja. No al menos siendo un jugador limitado que ha sabido explotar sus puntos fuertes: buenas nociones defensivas, trabajo en equipo y un demoledor disparo con su zurda. El pie de Alan Smith puede dar fe de ello.

Para más flor, los cuatro millones de libras que le costó al Liverpool comenzaron a amortizarse rápido. Su debut en partido oficial le llevó, precisamente, a su anterior estadio. El Liverpool, que había ganado al Alavés en aquella loca final de la UEFA, contra el Bayern, que se llevo la Orejera frente al Valencia. Supercopa de Europa. Y golito del danés para la victoria final (3-2) de los del Mersey. 30 goles marcó en su paso por Anfield.

Del mismo modo que un equipo lucha con las armas que puede contra otro del que sabe que es superior, Riise se defiende con su juego. No es Messi, ni Cristiano, ni Kaká. Es un tío que sabe qué tiene que hacer y lo hace. Y por ello lo admiro.



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