20 mayo 2009

El dinero no siempre basta

Florentino Pérez ha prometido que, si llega a la presidencia del Madrid, fichará antes de septiembre jugadores por valor de más de 300 millones de euros. El club no tiene otra fórmula para disputar la Liga de Campeones a corto plazo. Sin embargo, la experiencia demuestra que las grandes inversiones suelen conducir a resultados decepcionantes. Para consolidarse, además de dinero, el Madrid necesitará una estrategia inteligente y mucha suerte.

Joan Laporta, que alcanzó la presidencia del Barcelona en junio de 2003, ha invertido desde entonces 450 millones en fichajes. Con la excepción del Milan, el Barça ha sido en la última década el único campeón de una gran Liga que ha ganado la Champions con menos dinero. El modelo basado en la explotación de la cantera reporta beneficios cada vez más apreciables. Si sus jugadores vuelven a levantar el trofeo en Roma, su mérito será doble.


El éxito del Barça constata que el valor añadido de las ideas es más decisivo que el dinero. Desde 2003, ha competido con rivales que gastan mucho más. El Liverpool ha comprado por valor de 456 millones, el Manchester United ha invertido 475, el Madrid se ha exprimido para alcanzar los 681 y el Chelsea bate récords con 884. Todos completan una curva ascendente de la que se podría extraer el axioma siguiente: cuanto mayores son los gastos en fichajes, menores son las probabilidades de alcanzar el éxito.

El Inter, ganador de las últimas cuatro Ligas italianas, ha invertido menos que el Barça: 360 millones en los últimos seis años. Sin embargo, lleva décadas sin jugar la final de la Champions porque le ha faltado un proyecto sólido. Su entrenador, José Mourinho, dice que pensar en competir por la Copa de Europa con su presupuesto es una fantasía. "Yo no vendo sueños", aseguró el portugués en A Bola; "en valor potencial, el Inter se sitúa un escalón por detrás del Barça, el Chelsea y el Manchester. De llegar a las semifinales de la Champions, no habríamos ganado el scudetto".


Los campeones de Europa de las pasadas décadas lo han sido gracias a programas más o menos estables. El Madrid campeón en 1998, 2000 y 2002 se fundamentó en la dinastía que encabezaron Hierro, Raúl, Redondo, Roberto Carlos y Casillas, una mezcla de cantera y mercado que caducó en 2003, con la última Liga bajo la presidencia de Pérez. Entre 1996 y 2001, el Madrid invirtió 320 millones en jugadores y ganó dos Ligas y tres
Champions. Desde 2002 ha invertido el doble: 681 millones. El resultado: tres Ligas, pero ninguna Champions.

Como el Madrid, el Milan que ganó las finales de 2003 y 2007 fundó una generación basada en la cantera y el mercado. Mezcló a Maldini con Pirlo y Kaká y desde 2003 fue el campeón de Europa que menos se gastó: 254 millones. Le sigue el Barça, que encontró una mina en La Masía.
Laporta dio continuidad al método que instauró Johan Cruyff. El Barça no contaba con ventajas económicas sobre sus adversarios, pero se aferró a principios muy arraigados. Con ese patrimonio intangible hizo frente a un rival que por entonces desconocía. Era Roman Abramóvich, que no tenía principios futbolísticos, pero contaba con el doble de dinero que él y buscaba un vendedor en Londres. Era Ken Bates.

A finales de junio de 2003, Bates se citó con Abramóvich y su corte de asesores en el bar del hotel Dorchester. La reunión duró 20 minutos. Bates se bebió una botella de vino. Abramóvich, un vaso de agua. Al acabar, el trato estaba cerrado. Abramóvich pagó sus acciones y se quedó con el Chelsea por 224 millones: 96 por las acciones y 128 por la deuda. Desde entonces, los movimientos de Abramóvich en el mercado reflejan un déficit de 636 millones. A cambio, su equipo ha ganado dos Ligas y una Copa de Inglaterra. Pero no ha conseguido alzarse con la Copa de Europa.

A falta de ideas sostenibles, el Chelsea inyectó en los últimos seis años dinero a un conjunto que pasó por las manos de Mourinho, Grant, Scolari y Hiddink. Su reciente duelo contra el Barça en las semifinales de la
Champions retrató la aceptación de su inferioridad. El dinero sólo le sirvió para defenderse.

Las palabras de Alex Ferguson, el entrenador del Manchester, resaltan la importancia de la cultura de club. "Hace falta algo más que dinero para construir un equipo ganador", dice; "está muy bien tener todo el dinero, pero no puedes comprar a todo el mundo. Lo demostramos cuando no quisimos vender a Cristiano Ronaldo. A veces sólo te quedan para comprar jugadores del montón. En los años cincuenta, el Sunderland era llamado el equipo del Banco de Inglaterra y descendió".

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