Y yo lo celebro. Porque amo al fútbol. Ya lo dijo Jorge Valdano una vez: “Hay dos tipos de espectadores: aquellos que aman el fútbol y aquellos que aman la moda o el fenómeno social. Estos últimos son los peligrosos”. Yo me considero claramente de los primeros.
Y… ¿por qué? ¿Cómo es que se puede “amar” un deporte? Pues en la pregunta está la respuesta. El amor es irracional. Te da y te quita. Te pone de los nervios, pero también te hace llegar al éxtasis. Noches como la del pasado sábado no hacen sino reafirmarme en ello. Ese sentimiento de unidad, de grupo, que tanto anhelan los hombres se ha trasladado al fútbol. Ya no hay en Europa guerras, pero sí partidos de Champions League. El mítico entrenador del Liverpool Bill Shankly afirmó solemnemente: “Mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte… pero es mucho más importante que eso”. Creo que tiene razón. No se puede definir con palabras lo que siento y sienten muchos.
Creo que una vez Woody Allen habló del deporte, no sé si en concreto del fútbol, pero vino a decir que lo que más le gustaba del deporte era esa capacidad de variar los finales, de hacer cambios de guión imposibles para cualquier guionista profesional. Si un deporte se puede definir así ese sería el fútbol. ¿A quién se le ocurriría ayer, durante el Zaragoza-Madrid y el Barça-Español, que en apenas 18 segundos toda una liga pueda cambiar por completo? A nadie. El fútbol saca a luz las grandezas, las miserias y a la diosa fortuna cada dos pro tres. Albert Camus dijo de él que “todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Tan malo no creo que sea.
Retrotrayéndome en el tiempo, ahí tenemos la final de Estambul, con el Milan ganando 3-0 al descanso, viendo como en 6 minutos todo el trabajo se fue al garete, para encima acabar perdiéndola en la tanda de penalties. Creo que
“Gracias fútbol por hacerme vibrar, por llevarme como un trocito de papel en una corriente de aire: de abajo a arriba y así todo el rato. Gracias fútbol por hacerme pensar que en la vida real no siempre gana el guapo, otra cosa son las películas. Gracias por hacerme soñar, reir, temer, gritar y casi llorar... Mil gracias Milan, Liverpool, fútbol”.
Eso es todo. A lo lejos creo oir un estadio canta, a lo lejos. Sólo me queda decir: “Dios salve al fútbol”.