30 septiembre 2007

26 septiembre 2007

¡Licenciado!

20 septiembre 2007

15 agosto 2007

Ay, Tkachenko

Si la participación de Niky Lauda en La Hora Chanante es grandiosa, no lo es menos este otro testimonio deportivo: Vladimir Tkachenko. ¡Más largo que un día sin pan el pobre! XD



02 agosto 2007

31 julio 2007

Chanante Niky Lauda

Estos días en Onda Cero no paramos de partirnos el ojals. El motivo: Youtube y La Hora Chanante. Grandioso programa del que no puedo dejar de sus vídeos. Uno de ellos, el del gran Niky Lauda, acompañado de Vicentín el Pastillero. ¡Grandioso!

26 julio 2007

17 julio 2007

Yo solía ser un campeón

Es curiosa la infancia. Es una edad que, cuando estás en ella, aunque no lo pienses, no quieres abandonar. Sin embargo llega la adolescencia en busca de nuevos valores y renegando de todo lo sucedido (“no, mamá, no quiero ese pijama de cochecitos”). Pasada esta edad, la del pavo, uno realmente empieza a no tener mucho tiempo para recordar lo bien que se lo pasaba siendo un puñetero mocoso, sin mayores obligaciones que hacer unas simples tareillas y comerte el plato de verdura.

Y sin embargo todos (tengo la sensación de que sobre todo nosotros) tenemos en nuestra alma una pequeña parte que nunca quiere crecer, ese niño que todos llevamos dentro. Muchos, es absurdo que me excluya, hemos transmitido esa diversión de niños a través de los videojuegos. Pero no somos los únicos. ¿Cómo sino se entiende a un padre de familia, de 50 años, loco por instalar su escalextric? A veces, no sé si como resorte del subconsciente, cuando paso por algún momento de dificultad, del tipo que sea, siempre me acuerdo del que fuera mi juego favorito: las chapas. Y me acuerdo de cuando jugaba con ellas porque solía ser un campeón. Vagos recuerdos guardo jugando en los colegios en los que estuve, o aquellas temporadas que jugaba en la sierra. Sí, solía ser un campeón.

15 julio 2007

Becarios forever

12 junio 2007

Amo al fútbol

Es irracional. Es absurdo. No tiene sentido que un grupo de personas se pongan a ver a otras 22 pegándose por dar patadas a una cosa así como redonda. Es el opio del pueblo. Al igual que antes, cuando los romanos, había pan y juegos, ahora hay fútbol. El dinero que mueve es inmoral… Se han oído y leído ya tantos argumentos en contra que no se sabe cómo es que sigue vivo. Y el caso es que sigue.

Y yo lo celebro. Porque amo al fútbol. Ya lo dijo Jorge Valdano una vez: “Hay dos tipos de espectadores: aquellos que aman el fútbol y aquellos que aman la moda o el fenómeno social. Estos últimos son los peligrosos”. Yo me considero claramente de los primeros.

Y… ¿por qué? ¿Cómo es que se puede “amar” un deporte? Pues en la pregunta está la respuesta. El amor es irracional. Te da y te quita. Te pone de los nervios, pero también te hace llegar al éxtasis. Noches como la del pasado sábado no hacen sino reafirmarme en ello. Ese sentimiento de unidad, de grupo, que tanto anhelan los hombres se ha trasladado al fútbol. Ya no hay en Europa guerras, pero sí partidos de
Champions League. El mítico entrenador del Liverpool Bill Shankly afirmó solemnemente: “Mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte… pero es mucho más importante que eso”. Creo que tiene razón. No se puede definir con palabras lo que siento y sienten muchos.

Creo que una vez Woody Allen habló del deporte, no sé si en concreto del fútbol, pero vino a decir que lo que más le gustaba del deporte era esa capacidad de variar los finales, de hacer cambios de guión imposibles para cualquier guionista profesional. Si un deporte se puede definir así ese sería el fútbol. ¿A quién se le ocurriría ayer, durante el Zaragoza-Madrid y el Barça-Español, que en apenas 18 segundos toda una liga pueda cambiar por completo? A nadie. El fútbol saca a luz las grandezas, las miserias y a la diosa fortuna cada dos pro tres. Albert Camus dijo de él que “todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Tan malo no creo que sea.

Retrotrayéndome en el tiempo, ahí tenemos la final de Estambul, con el Milan ganando 3-0 al descanso, viendo como en 6 minutos todo el trabajo se fue al garete, para encima acabar perdiéndola en la tanda de penalties. Creo que la Historia pocas veces ha mostrado de una forma tan clara la injusticia de la fortuna. Recuerdo que aquella noche escribí algo… como esto:

“Gracias fútbol por hacerme vibrar, por llevarme como un trocito de papel en una corriente de aire: de abajo a arriba y así todo el rato. Gracias fútbol por hacerme pensar que en la vida real no siempre gana el guapo, otra cosa son las películas. Gracias por hacerme soñar, reir, temer, gritar y casi llorar... Mil gracias Milan, Liverpool, fútbol”.

Eso es todo. A lo lejos creo oir un estadio canta, a lo lejos. Sólo me queda decir: “Dios salve al fútbol”.



30 mayo 2007

17 mayo 2007

Another chance

Nunca creí en segundas oportunidades. Realmente, siempre pensé que la vida es como la metáfora de los trenes. Partes de una, vas pasando por muchas hasta que llega una parada final. En los autobuses es mucho más gráfico. Mucha gente pregunta al conductor: "perdona, ¿dónde muere esta línea?"... del mismo modo que mueren las esperanzas.

Vulgo vulgaris he de envainármela otra vez. Resulta que sí que existen segundas oportunidades (aunque sigo pensando que no en todos los apartados de la vida). Hoy una voz me ha dado una nueva oportunidad, o mejor dicho, otra oportunidad - another chance. Una voz que apenas había oído, pero que hablaba en nombre de una voz que oigo mucho. A falta de novia, sé que al menos esa voz siempre está ahí, para hablarme, para distraerme... Tampoco es una voz al uso, sino más bien un compendio, una voz coral. No es otra que la voz de la radio. Desde que he llegado a casa, hará ya unas 7 horas, no ha dejado de acompañarme: La final de la UEFA (qué grande es el fútbol), unos breves retazos de política y el incombustible "Hablar por Hablar". Es curioso, hoy oigo el boletín de una forma diferente.

Porque hoy me han llamado para que tenga la segunda oportunidad de cumplir un sueño: trabajar en la Cadena SER. Es cierto que mi primera experiencia radiofónica fue con Onda Cero (en estos instantes tengo en frente mío un cuaderno con su logo), algo de lo que estaré eternamente agradecido. Con sus más y sus menos, sus pros y sus contras, el verano pasado en Onda Cero fue un gran verano desde lo personal hasta lo profesional, algo que siempre agradeceré. Pero si te llama la SER es como si te llama el Madrid. Pude entrar una vez y no lo hice. No va a volver a pasar. Este verano, y esta vez lo digo desde mi mayor satisfacción, pase lo que pase (
salvo causas extremas) estaré en la SER.

07 marzo 2007

Camina con esperanza en el corazón, nunca estarás solo

Las grandes batallas épicas ya no existen. La Historia nos permite, muy de lejos y sólo bajo el prisma del vencedor, rememorarlas. Cuentan las crónicas que en la antigua grecia un ejército helénico liderado por el rey Leónidas consiguió detener un ataque masivo (entre 250.000 y el millón de soldados) por parte del ejército persa con apenas unos 300 espartanos en la batalla de las Termópilas. Y como esa ha habido muchas más, grandes combates a vida o muerte, gloria o deshonra. Y así, del mismo modo que la Historia nos enseña cómo fue, aprendimos al mismo tiempo a evitarlas -más aún tras la Segunda Guerra Mundial-. Ya no quedan grandes guerras... y sin embargo su espíritu sigue vivo. La popularización y masificación del deporte trasladó las ansias de guerra de Europa a otros campos de batalla. Sin lugar a duda, por suerte o por desgracia, el "deporte rey" es el nuevo foco donde se blanden las espadas, se disparan los cañones y las tropas entran a cargar.

Estas dos últimas semanas hemos podido volver a contemplar las grandezas y las miserias de las guerras, trasladadas a los campos de fútbol. Da pena ver cómo gentuza del todo indeseable no sólo para el fútbol, sino para la sociedad, se aprovecha del deporte para dar rienda suelta a sus frustraciones: desde los barras bravas de Argentina hasta el cobarde David Navarro (al menos luego entonó el Mea culpa) pasando por el todavía anónimo terrorista del fútbol que le lanzó la botella a Juande Ramos en el Betis Sevilla. La tristeza por ver cómo algo bonito, que en el fondo uno ama, se convierte en semejante esperpento hizo que empezara a perder un poco la fe en todo esto. Bueno, eso y además el hecho de ver que mi Madrid es una amalgama mal parida que no sabe ni qué hacer y que poco a poco se vulgariza hasta límites insospechados.

Pero tenía que pasar algo que cambiara todo eso. Y sólo había dos "plazas" (otra vez el belicismo deportivo) donde la magia podía volver a llevarme al sendero mágico cubierto de césped. Sevilla y Liverpool. Uno por su gente, otro por su mito, su leyenda y su magia. A lo que hay que sumar que justo en esos dos campos jugaba el "archienemigo" merengue: el Barça. El choque del Sánchez Pizjuan hizo que, por un instante, volviera a decirme: "Ey, la grandeza del fútbol reside en que todo es posible". Pero lo de anoche... ¡Dios mío! No había sufrido ni disfrutado tanto desde el Gran Premio de Brasil del año pasado -curiosamente coincidió con el Real Madrid-Barcelona-. Fue Sevilla, pero si había algo más, sólo podía ser Anfield. Tenía que ser Anfield. ¿Se puede reconocer el amor cuando llega? Pues a mí me llegó hace tiempo. Merengue red. Aunque ganen, aunque pierdan, nunca estarán sólos. No al menos mientras el aquí firmante viva. Hoy sólo me queda disfrutar del ayer y soñar con el presente inmediato. Toca cenar en Munich. ¡A por las cervezas... y a por la Copa!