28 mayo 2009

27 mayo 2009

Aquella noche

Aquella noche de 1994 descubrí el dulce placer de la venganza. Un equipo blanco arrasando a quienes nos habían humillado hace apenas unos meses. Era muy chico, no tenía ni una década. Pero me recuerdo extasiado ante el televisor, viendo aquél equipo italiano tomando cumplida vendetta. 4-0 al Barça. Aquella noche, y para siempre, prometí tifar por ese equipo, el AC Milan.

Aquella noche de 1998 casi me parto una pierna. La mesa de mármol en la que cenábamos fue el freno que encontré para dar rienda suelta a toda la tensión concentrada. Mijatovic acunó el cuero, burló a Peruzzi y decidió que, 32 años después, ya era hora de ganar la Copa de Europa de nuevo. El grito inundó la casa. Los nervios, la última media hora. Aquella noche aprendí que se puede llorar de emoción.

Aquella noche de 1999 nos demostró a todos que, hasta que algo no concluye, hay que tener fe. La tuvo el Manchester, y consiguió voltear en un parpadeo dos goles a todo un titán, como el Bayern de Múnich. Hay una delgada línea entre la risa y el llanto. Aquél partido en Barcelona nos recordó que, con sólo un minuto, se puede viajar de uno de sus lados al otro.

Aquella noche de 2000 descubrí la grandeza en el ganador, pero aún más importante, la descubrí en el perdedor. Aquella noche España estaba, como diría aquél, llena de orgullo. Valencia y Madrid, Real Madrid-Valencia. Ganó el mejor, pero ganó el país. El público madridista ovacionó a los naranjas cuando subieron a recoger el desgradable título de segundo. El valencianista, a los campeones.

Aquella noche de 2003 aprendí que uno nunca puede fiarse de ninguna predicción, ni puede esperar que el mejor gane. Aquella tanda de penaltis debía de ser protagonizada por Buffon, el gran portero de Italia. El gato al agua se lo llevó Dida, el pésimo portero brasileño. Fue una final que no dejó motivo a la ilusión. Sólo a la tensión final.

Aquella noche de 2004 exploré en la idea de que no hace falta ser grande para ser el mejor. Una vieja gloria de una liga menor, contra la pomposidad pseudo rica de un Principado que apenas ha aportado nada al fútbol, aparte de un bello estadio. Oporto y Mónaco. Nadie daba un duro por ellos y dudo que alguien lo vuelva a dar nunca. Pero llegaron, cada uno con sus armas, batiendo a enemigos claramente más poderosos. Chapeau por ambos.

Aquella noche de 2005 no olvidaré los 15 minutos del descanso. Apostaba por el Liverpool, que había ganado enteros en mi particular ranking-de-equipos-que-simpatizo. Quería que ganara, sin lugar a dudas. En aquél descanso recuerdo, como si lo estuivese haciendo ahora, cómo me acerqué al que por entonces era el ordenador familiar, entré a mi space de Hotmail y comencé a escribir: 'Otra vez será Liverpool'. Cuando estaba a punto de publicarlo resonó desde el salón: ¡Gol del Liverpool! Me acerqué a ver la repetición y apenas seis minutos después la montaña había llegado a Mahoma. Aquella noche aprendí que todo es posible.

Todas aquellas noches fueron finales de la Champions League, de la Copa de Europa, llámenlo como quieran. Todas aquellas finales me enseñaron algo. No me digan que el fútbol no es más que 22 tíos pegando patadas a un balón. Vean y aprendan. Hoy puede ser una de esas noches. Espero impaciente.

24 mayo 2009

Ciao Bello, ciao

Siempre es triste decir adiós a un mito. Hoy es un día triste. Maldini hoy se ha despedido de San Siro. En una semana lo hará del fútbol en activo.

Soy un poco 'milanista'. Desde aquella final del '94, en la que contemplé cómo un equipo de blanco arrasaba al Barça en la Champions, siempre ha sido un equipo por el que he tifado. En menor medida que a otros, como el Madrid o el Liverpool. Siempre me gustó. Y, sinceramente, uno de los motivos siempre fue Maldini. 'Il Capitano'. 'Il Bello' (mote bien ganado, no dudo en reconocerlo).

Maldini no es un jugador, es un estandarte del Milan y una institución para el resto de futbolistas. Para muchos es el mejor lateral, si bien los hay que discrepan y anteponen a Roberto Carlos. Como también fui 'seducido' por el juego del 3 brasileño, prefiero decir que es el mejor defensa que he visto en activo. Al principio de su carrera era el hijo de Césare, otra gloria del club rossoneri. Ahora la relación ha cambiado. Ahora Césare es 'el padre de' Maldini.

24 años de profesional. 901 partidos. Todos con una camiseta. La rojinegra. Ni una vendetta, ni un mal gesto. Siempre limpio en el tapete, siempre un ejemplo. El clásico yerno que todos desearían tener. Zurdo, diestro, lateral, central... Daba igual: jugaba bien en todas las posiciones.
Ronaldo, Míchel, Zidane... muchos grandes de este deporte lo sufrieron. El Milan alcanzó la prefección en el concepto de 'impenetrable' cuando jugaron juntos él y Baresi. Y lo ganó todo. Así es su grandeza.

Hoy nos tenemos que despedir de tí. Ciao bello, grazie mile per tutto.

21 mayo 2009

No comment (I)

Porque el fútbol, a veces, no necesita explicación

20 mayo 2009

El dinero no siempre basta

Florentino Pérez ha prometido que, si llega a la presidencia del Madrid, fichará antes de septiembre jugadores por valor de más de 300 millones de euros. El club no tiene otra fórmula para disputar la Liga de Campeones a corto plazo. Sin embargo, la experiencia demuestra que las grandes inversiones suelen conducir a resultados decepcionantes. Para consolidarse, además de dinero, el Madrid necesitará una estrategia inteligente y mucha suerte.

Joan Laporta, que alcanzó la presidencia del Barcelona en junio de 2003, ha invertido desde entonces 450 millones en fichajes. Con la excepción del Milan, el Barça ha sido en la última década el único campeón de una gran Liga que ha ganado la Champions con menos dinero. El modelo basado en la explotación de la cantera reporta beneficios cada vez más apreciables. Si sus jugadores vuelven a levantar el trofeo en Roma, su mérito será doble.


El éxito del Barça constata que el valor añadido de las ideas es más decisivo que el dinero. Desde 2003, ha competido con rivales que gastan mucho más. El Liverpool ha comprado por valor de 456 millones, el Manchester United ha invertido 475, el Madrid se ha exprimido para alcanzar los 681 y el Chelsea bate récords con 884. Todos completan una curva ascendente de la que se podría extraer el axioma siguiente: cuanto mayores son los gastos en fichajes, menores son las probabilidades de alcanzar el éxito.

El Inter, ganador de las últimas cuatro Ligas italianas, ha invertido menos que el Barça: 360 millones en los últimos seis años. Sin embargo, lleva décadas sin jugar la final de la Champions porque le ha faltado un proyecto sólido. Su entrenador, José Mourinho, dice que pensar en competir por la Copa de Europa con su presupuesto es una fantasía. "Yo no vendo sueños", aseguró el portugués en A Bola; "en valor potencial, el Inter se sitúa un escalón por detrás del Barça, el Chelsea y el Manchester. De llegar a las semifinales de la Champions, no habríamos ganado el scudetto".


Los campeones de Europa de las pasadas décadas lo han sido gracias a programas más o menos estables. El Madrid campeón en 1998, 2000 y 2002 se fundamentó en la dinastía que encabezaron Hierro, Raúl, Redondo, Roberto Carlos y Casillas, una mezcla de cantera y mercado que caducó en 2003, con la última Liga bajo la presidencia de Pérez. Entre 1996 y 2001, el Madrid invirtió 320 millones en jugadores y ganó dos Ligas y tres
Champions. Desde 2002 ha invertido el doble: 681 millones. El resultado: tres Ligas, pero ninguna Champions.

Como el Madrid, el Milan que ganó las finales de 2003 y 2007 fundó una generación basada en la cantera y el mercado. Mezcló a Maldini con Pirlo y Kaká y desde 2003 fue el campeón de Europa que menos se gastó: 254 millones. Le sigue el Barça, que encontró una mina en La Masía.
Laporta dio continuidad al método que instauró Johan Cruyff. El Barça no contaba con ventajas económicas sobre sus adversarios, pero se aferró a principios muy arraigados. Con ese patrimonio intangible hizo frente a un rival que por entonces desconocía. Era Roman Abramóvich, que no tenía principios futbolísticos, pero contaba con el doble de dinero que él y buscaba un vendedor en Londres. Era Ken Bates.

A finales de junio de 2003, Bates se citó con Abramóvich y su corte de asesores en el bar del hotel Dorchester. La reunión duró 20 minutos. Bates se bebió una botella de vino. Abramóvich, un vaso de agua. Al acabar, el trato estaba cerrado. Abramóvich pagó sus acciones y se quedó con el Chelsea por 224 millones: 96 por las acciones y 128 por la deuda. Desde entonces, los movimientos de Abramóvich en el mercado reflejan un déficit de 636 millones. A cambio, su equipo ha ganado dos Ligas y una Copa de Inglaterra. Pero no ha conseguido alzarse con la Copa de Europa.

A falta de ideas sostenibles, el Chelsea inyectó en los últimos seis años dinero a un conjunto que pasó por las manos de Mourinho, Grant, Scolari y Hiddink. Su reciente duelo contra el Barça en las semifinales de la
Champions retrató la aceptación de su inferioridad. El dinero sólo le sirvió para defenderse.

Las palabras de Alex Ferguson, el entrenador del Manchester, resaltan la importancia de la cultura de club. "Hace falta algo más que dinero para construir un equipo ganador", dice; "está muy bien tener todo el dinero, pero no puedes comprar a todo el mundo. Lo demostramos cuando no quisimos vender a Cristiano Ronaldo. A veces sólo te quedan para comprar jugadores del montón. En los años cincuenta, el Sunderland era llamado el equipo del Banco de Inglaterra y descendió".

19 mayo 2009

Los 'media'

No dejes que la verdad te arruine una buena historia

Es díficil trabajar en una profesión en la que tus compañeros hacen, día sí y día también, lo posible por desprestigiarla. Es complicado sentirte parte de un colectivo hornado, loable, cuando la competencia hace lo imposible por caer cuanto más bajo, mejor. Es lamentable ver cómo el sensacionalismo se ha ido apoderando poco a poco de las redacciones.

Hoy, 19 de mayo de 2009 (como diría Rajoy), ha sucedido un hecho increíble, inaudito, noticiable a más no poder. David Villa, delantero del Valencia, ha viajado a Madrid con su pareja para comprar un traje de boda para la boda de su cuñado. Algo que la prensa deportiva madrileña no ha tardado en ver como un signo de su próximo fichaje por el Real Madrid.

Hasta ahí, todo seguiría en su línea tradicional. Lo triste, lo lamentable, es la actitud derivada de la guerra que traen Marca y As, aplicada a Internet. En una constante niñería, unos y otros se adjudican semejante descubrimiento, clave para el devenir histórico del país. Un diálogo entre portadas equiparable a un "Yo lo ví" - "Pues yo más" - "Pues yo antes" - "Pues yo mejor"... que da mucha, pero que mucha pena. No hay más que ver la tremenda charla digital que Ulises Sánchez-Flor(¿es?), el periodista que le ha seguido a sol y sombra como nos dejan caer, ha tenido con sus lectores para darse cuenta de semejante estafa al honor de la profesión. Sin profundizar no hay más que leer la respuesta a la primera pregunta:
"David Villa ha venido a Madrid de compras, con su mujer Patricia, que está preparando la boda de su hermano y ha elegido un famoso modista para que le haga el vestido. Su visita ha tenido mucho morbo porque ha comido cerca de un restaurante del Santiago Bernabéu, pero no se ha reunido con Florentino Pérez porque éste se encontraba, curiosamente, en Valencia".
Lo que, por otra parte, desactiva la alarma que su propio medio había infundado dando a entender que podía haber algo más, objetivo real de todo esto.

18 mayo 2009

Carmen

Admiro a Fernando Alonso. No sólo por su maestría al volante, que sería suficiente motivo. No sólo porque sea español, que para muchos ya sería un gran motivo. Lo admiro porque siempre ví en él reflejado el que era uno de mis sueños: ser un piloto triunfador en la F1.

Recuerdo, muy de chico, pasar las semanas previas a las vacaciones de verano en el colegio de Mejorada del Campo en el que trabajaba mi madre. Recuerdo como jugaba con una pequeña réplica del McLaren Honda de un tal Ayrton Senna. Luego vinieron los videojuegos, en especial aquellas largas tardes que jugaba con mi gran amigo Álvaro al Grand Prix 2 de Geoff Gramond.

Cuando soñaba con ser piloto de fórmula 1 no sabía muy bien con qué quedarme. Coches rápidos, circuito míticos (luego iría conociendo lo del lujo y el dinero). Pero había dos cosas con las que siempre soñaba. Escuchar el himno de España, en honor al campeón de la carrera, y luego celebrar llenando de espuma a las chicas mientras sonaba de fondo la Obertura de Carmen, de Bizet. Un colofón grandioso que las últimas cadenas que emiten la F1 suelen olvidar. Era un momento grandioso.

Puede que el destino me estuviera guiñando el ojo. Puede que mi futuro no ande muy lejano del asfalto. Al menos ya una parte del orgasmo final de las carreras la tengo. Tengo a Carmen. Y es incluso más maravilloso de todo aquello que podía soñar. Gracias por existir.

17 mayo 2009

¿Seguro?

Mi madre no entiende mucho de fórmula 1, algo que tampoco es que sea nada malo, puesto que casi nadie entiende, de verdad, de fórmula 1. Un hecho lo demuestra: le encantan ver en acción a los Safety Car, esos cochecillos que salen cada vez que hay un tortazo lo suficientemente gordo para que, entre otras cosas, los operarios recogan los restos o para neutralizar una carrera por condiciones climáticas.

Y tiene su gracia, en cierta medida. Es, cuando menos, curioso ver a dos tipos dentro de un Mercedes que muchos soñaríamos con pilotar alguna vez, delante de los mejores pilotos del mundo en la competición más importante del automovilismo. Es curioso, además, ver el sufrimiento del que conduce el Safety Car, puesto que está llevando el coche al límite, mientras los que esperan que se marche de una vez van poco menos que al ralentí.

Pero lo más curioso es ver que el propio Safety Car no está libre de accidente. Uno ya lo comenté en un post anterior. Taki Inoue, al tratar de ayudar a apagar el fuego en su monoplaza, fue patéticamente atropellado. Hace nada la cuarta carrera del Mundial de Turismos también vio como un BMW no tenía mejor opción, a la hora de terminar su carrera, que la de embestir al coche de seguridad. Desconozco si la vinculación germana tendría algo que ver con la actitud de Nick Heidfeld en su etapa en Sauber, pero no cabe duda que al conductor del coche médico (que sólo sale en caso de accidente en el que el piloto pueda estar herido) se le apareció la Virgen. Incluso los propios monoplazas corren riesgo a su vera. Sobre todo si hay japonenes de por medio, como sucedió en la A1GP.



Lo de la Copa del Rey

15 mayo 2009

Minolles

Para los noveles en el sector de los videojuegos, hay una saga que, durante mucho tiempo, ha sido referente en el campo del fútbol virtual. Se trata de Pro Evolution Soccer. Un juego que se basaba, principalmente, en una simulación muy realista del deporte rey.

Y, como todo, tiene un pero. Su realismo a la hora de representar un partido era diametralmente opuesto a su realismo a la hora de gestionar los e
quipos a lo largo de una campaña. Jugadores que eran incapaces de aguantar dos partidos seguidos, entrenamientos que agotaban a la plantilla... Con todo, el mayor pero, llegaba a la hora de negociar los fichajes. Una buena cuenta corriente permitía formar, en menos de dos campañas, el equipo más temible que nadie sea capaz de imaginar. No era difícil componer un equipo con los mejores jugadores en el campo... y en el banquillo. Algo que, de realista, tenía más bien poco. Por fortuna los jugadores no se quejaban, ni amenazaban con dejar el equipo si no jugaban. No aparecían representantes ni elementos extraños que empañaran el buen hacer de tu gestión.

Todo era maravilloso. Todo irreal.

El País publica un artículo de Diego Torres. El título: "Una bomba de 300 millones". En él cuenta, de buena mano, el proyecto de Florentino Pérez para hacer que el Madrid vuelva, subito, a ser competitivo. Cristiano Ronaldo, Kaká, Ribéry, Xabi Alonso... Y otros más en la manga: Villa, Silva, Negredo, Granero... Estrellas mundiales, cracks del fútbol. Todo resumido en un término: Egos. A los que existen en la plantilla se sumarían los antes citados. No todo es cuestión de los minolles, que diría el incombustible guiñol de Manuel Chaves. No. Hay que darle un sentido, buscar un equlibrio, saber igualar la balanza. ¿Necesita el Madrid 300 millones gastados en fichajes? ¿O necesita reencontrarse a sí mismo, recordar sus esencias y, a partir de ahí volver a ser grande?

Me temo que son las cuestiones que alguien no se está planteando. Me temo que sólo se piensa en juntar las estrellas, y que Fortuna reparta suerte.

14 mayo 2009

Pater noster

Fiat voluntas tua, sicut in cælo et in terra (hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo).

Desconozco si Nelson Piquet es creyente. Es brasileño, lo que, realmente, no indica nada. Es tricampeón del mundo de la fórmula 1, lo que indica mucho: sabe de este negociado. Sabe quién vale, y quién no. Todos, sin embargo, tenemos un pero. Y a Nelson le sucede lo mismo que a prácticamente cualquier padre: no es objetivo con su hijo.

Hay apellidos que abren puertas, y los que hay que aseguran futuros. Nelsinho Piquet tiene en su dni un tesoro. Pero eso no le impide demostrar grandes limitaciones a la hora de llevar en sus manos un monoplaza del gran circo. Hoy, su padre, ha declarado que, "por primera vez", su hijo fue el mejor de los pilotos de Renault. Quizá no recuerde, o no quiera recordar la única vez que en pista Piquetinho superó a Alonso. Fue el año pasado, en Hockenheim. Con gasolina hasta en las zapatillas Nelsinho volvió a partir por detrás del bicampeón en la salida. A mediados de carrera un safety car lo catapultó a puestos de podio. Llegó a liderar la carrera, pero fue ver en el retrovisor a Hamilton y, como hizo su compatriota Massa unas vueltas antes, dejó todas las puertas abiertas para que el británico se llevara la carrera. Fue la única vez en todo el año que su hijo fue mejor. Y no demsotró estar a la altura en un momento crucial. No como su padre, que se dio con todo el mundo y echaba más huevos en la pista que muchas granjas en un año.

En Montmeló su retoño, una vez más, no pudo superar
en la calificación a su compañero de escudería, que siempre es en este deporte el primer rival. Su hijo, una vez más, no pudo calificarse para la Q3. Y su hijo, una vez más, salió con gasolina hasta en el retrovisor (677 kilos, sólo superado por Hamilton y Buemi). Pero, según pater Piquet, "Alonso tenía modificado el doble difusor, y eso son dos décimas más". Olvida el pater que unas buenas manos, como lo eran las suyas, no sólo dan dos, tres, cinco décimas. Dan un asiento. Y el de su hijo no anda, precisamente, en muy buenas manos. Nelson, aconseja bien a tu fili. Explícale que hay que ser comedido, aunque tú no lo hayas sido. Hay que exigir cuando se demuestra que se tienen argumentos para ello.

Quizá sea lo que necesite para que, alguna vez, sea por méritos propios, mejor que Alonso.

13 mayo 2009

Los mitos y los leones

Por si alguien no lo sabe hoy se juega la final de la Copa del Rey. Junto al debate sobre el estado de la nación, creo que es el gran tema del día. Como calientamiento previo, ponen en Canal+ Fútbol la final de 1984, cuando el Barcelona de Maradona perdió con el Athletic. Es un buen referente al que acudo cuando hablo con compañeros y amigos sobre el partido de esta noche.

Y quiero que suceda lo mismo. Más allá de mis filias y fobias. Espero que gane el Athletic por un motivo concreto: los mitos. Aquella final se jugó apenas dos meses antes de que naciera. En estos años si hay un mito que recuerdo, es el del Rey de Copas. Laporta aparte, del mismo modo que el Cádiz es el submarino amarillo del fútbol español, el Athletic Club es el Rey de Copas. Es su historia, y recíprocamente es la historia de la propia competición.

Hay otro referente que también se viene a mi memoria. La séptima Copa de Europa del Madrid. Hacía 32 años que no la ganaba. En ese tiempo otros equipos trataron de adueñarse de la que era su competición. Milan, Liverpool, Bayern, Ajax... 32 años después el Madrid y su mito se reencontraron. Hoy, 25 años después, el Athletic puede reencontrarse consigo mismo. Con su mito, con su historia. Es por ello que quiero que ganen los leones. ¿Los culés? Este año pueden permitirse el lujo de aspirar a mejores cabezas. Además, si este año lo ganan todo, ¿qué les quedará para el que viene?

12 mayo 2009

Hierros y toros

Cambio. Si hay algo que define a la fórmula es la palabra cambio. Cambio de marcha, cambio de ruedas, cambio de posición, cambios en el reglamento... Hay un cambio del que no se habla tanto en el gran circo. No ha sido uno tan brutal como la """aparición""" de Brawn GP (que no viene a ser más que un Honda muy, pero que muy bien hecho), el descubrimiento por parte del gran público de un chisme llamado difusor o la parida del Kers. Es un cambio en la base.

En 2006 debuta en la F1 Toro Rosso, equipo filial de Red Bull. Su aparición no es espontánea, sino que reemplaza en la parrilla a
Minardi. El que para muchos era un equipo de chiste dejaba atrás 20 años en la competición. Su labor nunca fue aspirar a nada grande. A lo más tratar, de vez en cuando, de adueñarse de algunos míseros puntos (sumar 38 en 345 carreras lo deja bastante claro). Sin presiones ni objetivos. Claro que tampoco se podía pedir mucho a un coche que solían terminar de montar la semana antes del GP de Australia...

No. Su labor era otra. El equipo, los hierros con ruedas eran la escudería perfecta para que jóvenes pilotos comenzaran a fogearse en el gran circo. Mark Webber, Giancarlo Fisichella, Jarno Trulli dieron sus primeras vueltas con sus volantes. Del mismo modo, España también debería agradecer que por sus asientos pasaran Luis Pérez Sala, Marc Gené... y Fernando Alonso (en la imagen). En un video en Youtube el imberbe asturiano define que sería "un gran éxito" acabar en Albert Park porque el coche "es completamente nuevo". No sabía ni siquiera si podrían terminar. Pero ahí estaban.

Hasta 2005. En ese año Paul Stoddart, patrón de la escudería italiana, vende el equipo al imperio de Dietrich Mateschitz: Red Bull. La primera impresión que podría dar sería la de que la esencia de Minardi desaparecería bajo los intereses de una multinacional. Pero es equívoco. En los últimos años el equipo italiano ofrecía asientos a jóvenes a cambio de otros réditos: patrocinio, acuerdos con otras casas deportivas... En resumen, si tenías padrino, entrabas. Era una política con la que se podía estar más o menos de acuerdo. Pero Red Bull adquirió Minardi por una sencilla razón: dar oportunidades a los jóvenes pilotos de inmensa cantera que poseen, ya que tenían más candidatos en su programa Red Bull Junior Team que asientos disponibles. Esto supone que ya no importa tanto quien pueda apoyar al piloto, sino lo que pueda hacer con sus manos, algo bastante más equitativo y justo. Y ya ha dado su primer gran fruto: Sebatian Vettel (que debutó con BMW en Turquía como tercer piloto, pero tuvo la confianza de la casa austriaca para competir). Y en lo que a España se refiera, cuentan con nuestra gran promesa, Jaime Alguersuari.

El problema es que Toro Rosso lleva un año a la venta. Red Bull ya no puede hacerse cargo de ellos por motivos legales. El problema es: cuando se deshagan de la filial, ¿seguirá habiendo espacio para los jóvenes pilotos? ¿O estaremos ante un nuevo Force India, Midland y similares? Esperemos que no, que por una vez algo no cambie en la F1 y que la tendencia de los hierros con ruedas y los toros rossos se mantenga, por el bien de la F1.

11 mayo 2009

La cantera del martillo

Cuando los sabios del fútbol hablan de canteras, siempre se menciona La Fábrica, La Masía, Mareo, Lezama, y allende la brasileña y la argentina. Pocos recuerdan la de un club, centenario y aunque solvente, más bien modesto. Es la del West Ham United.

Los orígenes de este club londinense se remotan a junio 1.895, cuando en la gazeta de la fundición de hierro aparece anunciado la creación de un equipo bajo el nombre de Thames Ironworks. Un capataz, Dave Taylor, y el dueño, Arnold Hills, fueron sus fundadores. Un equipo amateur y de trabajadores (hoy se mantiene ese espíritu en el escudo del club), compuesto por un bombero, un clérigo, varios caldederos y aprendices.

Hoy sus jugadores no son currantes del metal. Son estrellas (Faubert aparte). Cuentan con algunos jugadores de fuera, y alguno con un pasado de renombre, como Diego Tristán. En verano de 2006, a finales del mismo, pegaron el petardazo haciéndose con Mascherano y Tévez de una tacada. Buen ojo sí que tienen, aparte de paciencia. El Madrid en un lustro ha tenido más entrenadores que este equipo en su centenaria historia. En una buena temporada aspiran a meterse en UEFA, en una regulera, a hacer un buen papel en Liga y en Copa (hace poco se jugó una final de la FA con el Liverpool, aparte de llevarse una Intertoto).

Con todo, el mayor éxito de los hammers, de los irons (grito de guerra de Iron Maiden cuyo bajista y fundador, Steve Harris, es uno de los hinchas más famosos del West Ham) radica en la base, en la cantera.
Tal es su popularidad que en las Islas al club también se lo conoce como The Academy of Football. Ese sobrenombre, en el país que inventó ese deporte, no es poca cosa. El término lo creó Ron Greenwood, manager de los hammers más de una década (1961-74). Greenwood fue 'responsable' de que aparecieran jugadores como Bobby Moore, Geoff Hurst (el capitán y el goleador de la Inglaterra campeona del mundo en 1966), Harry Redknapp o Paul Ince, entre otros. Algo que, en años posteriores, le ha valido grandes debates entre si debe ser un club formador-criadero para otros o si bien debería tratar de formar una gran hornada y tratar de aspirar a algo grande. El propio Harry Redknapp, que tiempo después pasó a dirigir al primer equipo, planteó este debate cuando el Leeds Utd. se llevó a Rio Ferdinand. "¿Por qué debemos venderlo? ¿Somos un club de la Premier o sólo un club nodriza para otros mayores? Si los empezamos a vender, ¿a dónde va el equipo?

Por ahora, para su desgracia, parece que se ha impuesto la primera opción. Y de ello se han aprovechado clubes de la Premier, entre ellos los grandes. Al fin y al cabo nombres que hoy copan las camisetas de los fans en los estadios proceden de La Academia. Frank Lampard, Joe Cole, John Terry (Chelsea), Michael Carrick, Rio Ferdinand (Man. United), Jermain Defoe (Tottenham), Glen Johnson (Portsmouth), Anton Ferdinand (Sunderland) o Jimmy Bullard (Fulham). El beneficiario, al final, no es un club u otro: es la Premier. Es Inglaterra.

Joe Cole y M. Carrick, en su etapa como hammers

10 mayo 2009

Locuras desde los 11 metros

Entre ser un héroe o un villano sólo hay 11 metros de distancia. A lo largo de la historia, el punto de penalti ha visto genialidades que acabaron en maravillas o en fallos garrafales.

» Panenka, Ribéry y Jaime

Panenka quedó ligado a los penaltis por su genialidad en la final de la Eurocopa de 1976. “Aquello sólo podía ser obra de un genio”, certificó Pelé. Muchos han intentado emularle. Desde Parejo a Zidane, que lo logró en la final del Mundial de 2006. También lo hizo Totti en la Eurocopa de 2000. En la Copa de Alemania, Ribéry, como Casquero, falló al querer engañar al portero. El caso más extremo, el de Jaime, del Leixões. Su fallo hizo descender al equipo y decidió abandonar el club.


» Cruyff, Henry y Pirès

Cruyff dejó en 1982 su particular forma de entender el penalti en un Ajax-Helmond. En vez de chutar, pasó el balón a Jesper Olsen. El portero salió a por él, pero Olsen se lo devolvió a Cruyff, que marcó a puerta vacía. Henry y Pirès trataron de imitarlo, sin éxito, ante el Manchester City.


» Beckham y el gallego

En los cuartos de final de la Eurocopa de 2004, Inglaterra llegó a la tanda de penaltis con Portugal. Beckham, el primero en lanzar, trató de aplicar a los 11 metros su patentado golpeo. La pelota acabó en las gradas, en manos de un aficionado gallego que acabó subastándola en Internet.


» Totti y Sócrates

En un entrenamiento del Roma, Totti chutó con el tacón y el tiro salió ajustado al palo derecho. Emuló a Sócrates, que ya había disparado antes así, aprovechándose de una malformación en su talón.



07 mayo 2009

Sing, sang, sung

No cabe lugar a dudas. Viendo el Chelsea Barça de Champions League uno se da cuenta de esos pequeños detalles que diferencian a unos y otros. Los ingleses son otra pasta. Ni mejor ni peor, pero con cosas que ya quisiéramos los salaos de los españolitos.

Una de ellas es la mezcla de fútbol y música. Lo dice a menudo Jesús Gallego. Tenemos mucho que aprender en ese sentido. Y es cierto. Recuerdo que, de becario en Onda Cero, indagué sobre los himnos de los clubes que participaban en aquella orejera. Por Inglaterra, el equipo médico habitual. Liverpool, Manchester, Arsenal y Chelsea. Cuando uno quiere recordar himnos de los equipos en España, se tiene como oficial el himno de toda la vida, en algunos casos existen versiones centenarias. Luego están los cuatro gritos que, partiendo de la misma base melódica, toda afición canta.

Los ingleses, sin embargo, tienen un repertorio tremendo. Ayer en mi cabeza no paró de sonar el 'Come on you reds', del United, cantado por Status Quo. El Arsenal tiene su 'Good Old Arsenal'. No hace falta ni comentar la universalidad del 'You´ll never walk alone', lograda gracias a The Kop. Y hoy no dejo de tararear el 'Blue Tomorrow', que, como no puede ser menos, es un cántico del Chelsea. Por si fuera poco tienen el humor de adaptar el 'Kalinka Malinka', en honor a su dueño, Roman Abramovich. Aparte de los mencionados, hay más. Cánticos a cada jugador, a cada leyenda. Y nosotros que nos conformamos con el 'Illa Illa Illa, no se quién maravilla'.

Son mejores cantando. Y lo peor es que parece que también son mejores jugando. O eso lo demuestra la Champions.


06 mayo 2009

¡Tora, tora tora!

La historia escribe sus leyes. El hombre se encarga, sistemáticamente, de olvidarse de ellas. Una de las más maravillosas guerras entre la experiencia y la manía del hombre en tropezar con la misma piedra se encuentra en la Fórmula 1. Un año tras otro -o casi- se repite. Se trata de los pilotos japoneses. Piloto y hombre nacido en el Sol naciente son dos términos que sólo juntarlos trae una teoría a la cabeza: guerra. Y de las grandes.

Simplemente el hecho de saber que hay alguno en el circuito ya me emociona. Uno no sabe por dónde van a salir. Me los imagino en boxes dándose ánimos y rememorando a sus pasados al grito de ¡Tora tora tora! (la frase en clave para indicar que se había alcanzado con éxito la primera oleada del ataque a Pearl Harbour). Cada uno con su especialidad a la hora de dejar huella. Muchos han hecho, más que escula, doctorado universitario. El ya inolvidable Takuma Sato era especialista en ver hasta dónde puede aguantar un motor. Claro que, visto por el otro lado, daba trabajo a centenares de compatriotas que fabricaban los motores que, uno tras otro, él cataba. Uno de sus compañeros en Super Aguri, la escudería creada con el único fin de que Sato pudiera seguir en la F1, fue Yuji Ide. Su pilotaje fue tan fugaz como los coches que le adelantaban en pista. Llegó al Gran Circo a la prometedora edad de 31 años. Corrió cuatro carreras y en el recuerdo de los aficionados quedará el coche de Albers dado vueltas de campana en Ímola gracias al fino pilotaje del nipón. En los entrenos en Albert Park el coche se le quedó parad
o en medio de la pista tras, cómo no, un señor trompo. Preguntado porqué no puso la marcha atrás su respuesta fue sincera: no sabía que existía esa opción. Como la F1 no estaba preparada para él, la FIA decidió retirarle la superlicencia y permitirle que se centrara en el Forza Motorsport o similares.

Kazuki Nakajima debutó en Brasil y no quiso perder un segundo para demostrar que era él quien mandaba en el equipo. Para corroborarlo no tuvo mejor idea que atropellar a sus ayudantes. Sakun Yamamoto, en la línea de Nakajima, tuvo un esperanzador debut: a las tres vueltas en Hungría decidió que aquello era muy aburrido, y que mejor dejarlo para otra vez. Así que se salió de pista. Pero sin duda, el mejor, el piloto japonés que logró dar el mayor espectáculo, fue Taki Inoue. Lo más espectacular es que fue el menos kamikaze de todos. Y es por ello que queda su legado. Contextualizando, nos tenemos que situar en 1995. Circuito de Hungaroring. Inoue, a los mandos de un Footwork Arrows, tiene que abandonar el GP. Su motor, en la línea de los de Sato, dijo basta. Salió del coche y poco después era estúpidamente atropellado por el coche de seguridad. Un grandioso legado, sí señor.


05 mayo 2009

John Arne

Es difícil justificar la admiración por algo, por alguien, cuando lo admirado se sale de los cánones establecidos. Admiro a Riise, de nombre John Arne. Conjuga todos los tópicos que se pueden decir en menos de cinco minutos sobre los nórdicos. Pelirrojo, pecoso, fuerte, impulsivo a veces. Con una sonrisa que no deja de recordar: "Sé quien soy. Tenme miedo". En una relación con una modelo noruega, Maria Elvegard, tras haber estado casado con otra, Guri Havnevik.

Jugador de nula técnica, después de tres años a la sombra del Luis II se labró un nombre al amparo de The Kop. Siete años dominando la orilla siniestra red. Eso no es sencillo. Pero lo logró. Tanto de extremo como de lateral. Hoy vive en Roma. No creo que tenga motivo de queja. No al menos siendo un jugador limitado que ha sabido explotar sus puntos fuertes: buenas nociones defensivas, trabajo en equipo y un demoledor disparo con su zurda. El pie de Alan Smith puede dar fe de ello.

Para más flor, los cuatro millones de libras que le costó al Liverpool comenzaron a amortizarse rápido. Su debut en partido oficial le llevó, precisamente, a su anterior estadio. El Liverpool, que había ganado al Alavés en aquella loca final de la UEFA, contra el Bayern, que se llevo la Orejera frente al Valencia. Supercopa de Europa. Y golito del danés para la victoria final (3-2) de los del Mersey. 30 goles marcó en su paso por Anfield.

Del mismo modo que un equipo lucha con las armas que puede contra otro del que sabe que es superior, Riise se defiende con su juego. No es Messi, ni Cristiano, ni Kaká. Es un tío que sabe qué tiene que hacer y lo hace. Y por ello lo admiro.



04 mayo 2009

01 mayo 2009

"El Madrid tiene un gen especial"

De un clásico a otro. Los veteranos de Real Madrid y Barcelona, que también se jugaban la Liga Placo de Fútbol Indoor (empataron 7-7), no se quedaron sin analizar las opciones de unos y otros para mañana. "El Madrid sabe muy bien lo que tiene que hacer", comenta Iván Pérez. "Ganar, ganar: eso es lo importante. Después de la remontada que han hecho a nadie se le pasa por la cabeza el perder mañana". "Al Madrid sólo le vale la victoria, y ahí irá a buscar al rival", analiza Sergi.

Unos y otros, acostumbrados a estos duelos en la cumbre, saben que un solo jugador no decide estos partidos. Para ellos es más determinante la mentalidad con la que se encara que los nombres. "El Madrid debe tratar de controlar el partido, imponer orden. Si se descontrola, si hay espacios, el Barça tiene muchas posibilidades de ganar", explica Julio Llorente. Buyo apuesta por la tradición y la casta: "El Madrid tiene un gen especial que le hará salir a por la victoria". "El Barcelona seguirá con su estilo, con su control y esperará el mejor momento", contrarresta Milla, "pero tendrá que tener cuidado con la velocidad arriba y el manejo del Madrid de medio campo hacia delante".

Las leyendas de los clubes no dudaron a la hora de hacer su porra de cara al partido. Iván Perez cree en una victoria blanca, "entre 2-1 y 4-1", Sergi firmaría el empate a siete que los veteranos registraron.