23 abril 2009

"Quiero triunfar por mi padre"

Abandonar el lugar en el que se vive no es fácil. Dejar atrás la familia, los amigos es, para muchos, un gran paso. Mohamed Diamé (Créteil, 1987) lo dio con 16 años. Salió de Clairefontaine, si no la mejor, una de las mejores canteras de Francia, rumbo a Lens. Su paso tenía un plus: su familia dependía de su éxito. “Acababa de hacer un año en Clairefontaine y mi padre murió de cáncer. Ahora soy yo el cabeza de familia. He de hacer todo lo posible por ayudarles”. No pensó en otra empleo que el fútbol: “Lo amo. Mi padre me ayudó mucho de pequeño y seguí: estoy intentando triunfar también por él”.


Su primer paso en busca del éxito fue en Segunda B, en el Linares. “Estuvo a prueba 15 días y le firmamos un contrato profesional modesto, le pagábamos con lo que ganábamos de las taquillas”, comenta Fernando Abad, su descubridor y ex director deportivo del club jienense. “La Segunda B se le quedaba pequeña. Eso lo tengo claro”, analiza Abad, y puntualiza: “En Segunda ya destaca”. Felipe Miñambres, director deportivo del Rayo Vallecano, lo descubrió cuando fue a ver a un cedido en un Talavera Linares. “En aquel partido hizo una arrancada desde el centro del campo, con alguna bicicleta y chutó a portería”. Antes de saber si su equipo volvería a Segunda ya lo tenía atado.


Diamé es hoy uno de los motores de este Rayo que quiere volver a la élite. Francés de origen senegalés y alto (1,84m), los estereotipos le adjudicarían mucha fuerza y trabajo, con dificultades a la hora de sacar el balón jugado. Él los rompe. “No es el típico tallo que sólo sabe correr. Tiene un golpeo bueno con las dos piernas, en largo... Y hace cosas de un jugador de otra estatura”, le define Miñambres. Su entrenador Pepe Mel ahonda en esa capacidad: “Del que recogimos en verano a este hay mucha diferencia, y es mérito suyo, porque aprende e intenta aplicarlo. Quiere aprender porque quiere ser alguien en el fútbol”. Y, por supuesto, corre. Y mucho. “Es rapidísimo. Una zancada suya equivale a dos de los rivales”, analiza Abad, “y tiene una colocación excepcional sobre el terreno de juego”. “Depende, depende”, dice mientras sonríe Momo, mote con el que siempre le ha gustado que le llamen. “En algunos partidos me gustaría quedarme atrás, tocarla más, y en otros subir, como contra el Celta, cuando también quiero aportar un golito, algo más”.


Tanto Abad como Miñambres no dudan en alabar las cualidades técnicas del jugador. Ambos creen que uno de los motivos de la gran temporada del Rayo pasa por la zancada de Diamé. “Va a ser una pieza clave en el ascenso del Rayo”, asegura Abad, “porque aunque tenga un buen juego el tener delante a un jugón como Míchel le viene ideal”. Pero sus primeros días en España no fueron precisamente esperanzadores: la Federación Francesa se puso en contacto con el Linares explicando que tenía problemas cardíacos. “Pero le hicimos pasar cuatro reconocimientos médicos y ninguno detectó ningún error”, explica Abad. Su representante, Heraldo González, asegura que aquella versión era una “represalia, algo personal”: “Fuera quien fuera la persona que habló con la Federación, quería hacer daño al jugador”. Abad reincide en que aquellas advertencias carecían de ningún peso: “Todo se debía a venganzas de un antiguo representante”.


Momo
, sin embargo, no deja de sonreír. “Creo que he hecho bien en todas las decisiones que he tomado, me está saliendo todo bastante bien”. La última, seguir en Vallecas pese a los cantos de sirena del pasado invierno que le alejaban de Madrid y, presuntamente, lo acercaban a grandes clubes. “No ha llegado mi momento de ir a un grande, me queda muchísimo para jugar en estos equipos. Sé que tengo muchas cosas que arreglar todavía”. La modestia, según Abad, es otra de sus cualidades: “Es bueno como futbolista y como persona. Hace mucho vestuario, y no siempre se valora como debería”. Mel asiente: “Tiene un potencial físico tremendo y es inteligente, listo”. Miñambres va más allá: “. Va a seguir creciendo. Y el límite se lo va a marcar él”.

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